miércoles, noviembre 17, 2004

Sin ánimo de ofender

"No importa lo que alguien te diga, lo importante es quien te lo dice."

Estas sabias palabras me las decía mi madre cuando era niño. No las entendí del todo, porque me parecia extraño despreocuparme de lo que te dicen. Si alguien te llama "tonto", ¿cómo puedes ignorarlo?

La respuesta la encontre, como muchas otras cosas, con el tiempo. Y fue un reconfortante placer de confirmar mi filosofía personal leyendo el libro "Pregúntale a Platón". Allí el autor, Lou Marinoff, hace hincapié en la distinción entre el daño y la ofensa. La diferencia es que un daño es algo ajeno a nosotros y una ofensa es inevitablemente por nuestra aceptación de la misma.

La diferencia es sutil pero poderosa.

Si alguien me pisa el pie, me ha hecho daño. Yo no puedo hacer nada para que el daño desaparezca y tampoco he podido hacer nada para impedirlo. Ahora, si alguien me insulta o me ofende, soy yo el que ha interpretado eso como una ofensa o un insulto, y por lo tanto soy partícipe en la ofensa. Si no me lo tomo como una ofensa y lo devuelvo con humor, no sólo que habré eliminado la ofensa sino que habré convertido la energia negativa de la ofensa en la positiva del humor.

Marco Aurelio, uno de mis filósofos favoritos, dijo:
"Elimina tu enfado y eliminarás la frase 'Me han ofendido'. Elimina la frase 'Me han ofendido' y tu ofensa desaparecerá."

¿Cuánta energia negativa se convertiría en positiva sencillamente no quieriéndose ofender? Sin embargo, la justicia moderna parece estar más preocupada por litigar ofensas que daños. Y si no, mirad la prensa rosa....